28 de abril de 2014

La Espera



La espera es el ácido de la edad
y las edades son caretas de adictos
a los sicotrópicos severamente ilusorios.

Me acuna un verso malnacido
y el racimo de explosiones me devuelve
al grito de la adolescencia
donde el tránsito era un suicidio
por motivos de puro e ilógico desamor.

Una coleta de raros giros roza mi tez
ahora que la senectud anida en el rincón
de las discrepancias indeterminadas.
Hubo una caricatura de mí mismo
sobre la almohada del ahogo constante;
hubo un tercio de mi masa gris
bajo la sombra de un esqueleto rancio,
y siete golpes de amabilidad retorcida
en el “adiós” que beatificó la huida.

Pero todo el significado del tiempo
no es más ni menos que una constante
asesinada por los relojes del último bostezo.
 

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