Sólo basta
pensar
en un
armario ropero
o en
una cabina de hielo
donde
se congelen
las tesis
malsonantes
de una
catástrofe sin fondo.
Basta
con amansar a las fieras
que ya
no quieren ser tan fieras;
basta
con mimar el mimo y el adiós
de
manera que la nostalgia sólo sea
un
opaco gesto de porcelana china.
Basta con
avisar si te vas –si me voy-.
Es
suficiente con un trozo de pan
cuando
el apetito no es hambre
y la
duda resuena con contundencia
en las
paredes de un cerebro con bondad.
Sólo
basta con pensar
y descartar
lo inconfesable
hasta
convertirlo en algo revelable.
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