Repercute
en los cuerpos el símbolo
de la
luna llena y el escueto sucedáneo
de
noche abatida por los ruidos
de un
mañana mucho más épico.
Fue breve
el objeto del deseo.
No
existe otro golpe más quebradizo que ése
que fractura
el vino por beber
y el pan
que fue comestible aunque ya no lo es.
Oscuros
espíritus bocean silencios de aplomo
perpetuo,
de calaveras sonoras y desempeños
empeñados
en doler –quebrar-.
Tal
vez en otro ademán, en otra fuga de maná
comestible,
podamos comprender lo que supone
desnudarse
frente al ocaso y observar
como
nos mastica la luna.

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