No es sonido amplificado el que sale
de nuestro interior sacrílego
cual rotura de intestinos y gusanos.
No podemos hacerlo
y sin embargo nuestros actos diarios
afirman bruscamente lo contrario.
Avasallados por mil y un rompecabezas
puramente universales y desalmados
ambicionamos raíces sin percatarnos
que la celda es la situación normalizada
para los hombres y mujeres que anidan
entre ambiciones que no dan más de sí.
Somos espumaderas frente al diluvio,
carecemos de singladuras y de llanuras,
mal alimentamos nuestros inconscientes
de vampiros ávidos de abolengo semejante,
hasta que el fulgor de los crespones insolentes
llaman a nuestra puerta malnacida,
para enseguida paladear lo ignoto.

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