De pie,
recogiendo el embiste,
cual paño de
lágrimas, tal vez pañuelo
que sangró
metáforas demagógicas
por motivos
de incordio,
de humanidad
distraída
o signos de
letargo.
De pie,
acaparando el céfiro acerbo,
vociferando lamentos
que pasan de largo,
convenciendo
al mundo interior
de que el
mundo exterior es saludable
sólo cuando
el beso es extenso
y la pistola
apunta lejos de la cabeza
que especula
en vano.
De pie, pues
habiendo caído me levanto.
En grutas más
despóticas he habitado,
en calles más
frías he fumado y nauseado,
cual ser flojo
que se sabe infructuoso
ante las resonancias
enfatizadas
de un
universo que no le baila
el agua turbia
a los hombres
carentes de
paz.
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