La defunción ventea
alcanfor
y los instintos
primarios saben
a hierbabuena.
No le
quitemos al futuro
ese zumbido
que lo hace tan peculiar;
a veces hace
falta una mueca extraña
para valorar
una sonrisa cotidiana.
Y aunque las
cosas nunca son como se exponen,
hay días en
los que el olfato al fin inspecciona,
hasta el
punto en que puedes llegar a percibir
la mano negra
que mueve las cosas buenas.
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