Mírate
y no desprecies nada.
Somos
aves de paso echadas
sobre
sábanas cuadriláteras,
humedecidas,
boxeadas,
barnizadas
de ti y de mí,
lloradas
por noches
de
vigilia y dudas.
Eres
cuidadosa en todas tus posturas
aún
cuando la persecución es ley
de
vida y muerte.
Tal
vez este defecto
que
fractura mi espina dorsal
haga
que te mire con ojos
de
lametones malcriados.
Tu
alma también ardera
el
día del Juicio Final.
Si
te doy mi mano la mordisqueas,
si
te digo que mi vencimiento sustenta
bálsamos
de ciudades goteantes
me
besas con dagas de necedad…
¿Qué
hacer con los que no saben
que
el todo los observa y califica
sin
remedio?
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