Se contamina
lo etéreo
a causa de
un mal gesto.
Revestimos
cual señal pendenciera
sin saber
que en las contorsiones
reside el
olvido.
Finalizando los
años que no vivimos
sabemos que
el paso del tiempo
es una responsabilidad
imposible
de
satisfacer.
Vagamos
entre vestigios interiores
procurando un
margen que nos otorgue
señales de
humo o cabezas bien plantadas…
al final, el
cielo se ríe de nuestras asperezas,
de nuestros
planes puramente terrenales.
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