Nunca he muerto en ti
(ni lo sabes,
ni lo piensas).
A rutinas más inofensivas
me he acostumbrado
aunque la sudoración
fuese gélida
cual esbozo renacentista
cacheteado cruelmente
a causa de su torpeza.
Nunca moriré por ti
(ni lo hueles,
ni lo sospechas).
Suenan campanas de indolencia
y el punto final se turba a causa
del punto de partida.
M-E- H-A- E-N-C-A-N-T-A-D-O
ResponderEliminarMe gustaría mandar una nota de este tenor alguna vez.
No pierdo la esperanza.
Abrazo.