Clava la daga
en mi abdomen
lo más hondo que puedas:
enseguida cubriré con mi cólera
tu repertorio de necedades
y haré que tu cabeza ruede
entre manantiales trágicos
de sangre fresca.
Escupe mi nombre
y zapatea con fuerza mi ser;
penetra con tu odio mi esencia
y mi cuerpo transitorio…
Mis golpes no son visibles para ti
porque la justicia se rodea de sutilezas
poco o nada razonadas por tu cerebro
socialmente flexible.
Clava tu bilis
en mi abdomen; mañana,
al alba, mi inmensidad
será tu irreprimible lamento.
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