El crepúsculo
es cera irritante
y el
amanecer sólo una calavera lustrosa.
Poco
antes de la total derrota
nos lamimos
las heridas
ante
el espejo social;
como
gatos aterciopelados
o
huesos carcomidos
por el
hambre,
supusimos
que el mañana
sería
lo que es ahora
pero
con menos ruido
y más
esperanzas.
El
mañana es un fuego intenso
que colapsa
nuestras perspectivas.
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