a K. Sánchez
Distancia por montera
y firmamentos en el pecho
que conserva el oficio de anhelar
el paso del tiempo.
Reímos necedades por mera supervivencia.
Convertimos el teatro diario
en un antifaz forzoso que nos ayuda
a abrir caminos y atrancar puertas.
Raíces alentadas brotan
en un espinazo híbrido y verdoso:
cuadrículas de futuras arboledas
que no arderán por mucho que el destino
-hiriente y sofisticado-
deseé destruir la lozanía
de las providencias.
Todavía me encuentro con puzles
allí donde aparco mi memoria gris;
donde ella memoriza los poemas
que jamás serán escritos.

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