Me espera el
silencio.
Me sitúo en
el margen izquierdo
de esta urbe
cambiante
ahora que los
anhelos son fallecimientos
subvencionados
por el gobierno
del
padecimiento discreto.
Agarramos un
gato de porcelana
y lo
arrojamos tan lejos como podemos
-el ruido
resultante hace quebrar
nuestro hilo
de prosperidad-.
Segundo a
segundo
van corriendo
los años que no son nuestros.
Es vida y es
angustia sabernos vivos,
furiosos,
soterrados en disculpas…
Nadie sabrá
de mí cuando Ícaro
tumbe sus
complejos de cera latente;
nadie hablará
de mí a oscuras
ya que ahora
me espera el silencio.
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