El grito
-desde su singular
orígen-
perfiló los párpados
de mi desidia.
Hermoso argumento es
ése que discrepa
con las lunas, los
peces muertos
y las sombras
secretas.
“Madre” fue pausa de
calma perpetua.
La ternura fue
descompuesta
a golpe de sádica
ineptitud.
El tabaco y las copas
ininterrrumpidas
causaron ira entre
los asistentes
a la cena de los grandes
imbéciles
y el aura de mis pies
despedazó la liturgia
decente.
Sobreviví entre
gritos,
aún sobrevivo entre
ellos...,
aún escondo huesos
sádicos
y abro mi boca
hambrienta,
malentendida,
boca sitiada
por la Caja de los
Truenos.
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