Era lunes (lo recuerdo porque todavía
no había despertado).
El grillo fue sereno y la membrana escueta.
El muelle tuvo miedo y sus barcos afrontaron
el titubeo de una empresa multiplicada por cero.
Mi vértigo se fue transformando
en una bendita maldición
y el humo de los penúltimos cigarros
cerraron la boca de aquél estúpido hombre
con deseos incesantes de rasgarme el cuello
con sus podridos razonamientos.
Era lunes (lo recuerdo porque todavía
no he despertado).
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