Muerde el polvo
el cierzo
y los colmillos
del chiquillo que no acepta
las normas
tal y como se las vende
el leviatán social.
No me fío de los vencedores
y siempre me acerco al perdedor
que sonríe cuando la vida le va fatal
o cuando el ciclón rasga
sus vestimentas
de gama baja.
Suelo encender
el fuego de lo ridículo
con guiños de suma seriedad
siempre que lo nefasto visita mi hogar
e intenta devorarme
la dignidad.
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