Primero estuve y más
tarde fui.
No deseo que ustedes
comprendan
por qué hay noches
en las que dormitan a mi
lado
olfatos de reptiles
y duendes de desliz.
Cuando la vida llegó
lo hizo sin normas ni
aderezos:
imaginé que lo bueno era
bueno,
que no había que darle
tantas vueltas
al ademán vital.
Más tarde me rebasaron las
dificultades
y los falsos dictámenes: entonces
decidí aislarme
y comer de mi carne y babosear
mis labios
y sentirme felizmente
malogrado…
En ocasiones
no es malo sentir el quejido
del fallecimiento
en nuestros adentros,
en nuestros caparazones
de barro.
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