Cruje la madera del salón
y el verso va creciendo
como una serpiente
que ha comido 2 ó 3
elefantes sin conciencia.
Muestro mi trío de ases
al contrincante
de siempre; ahora el
triunfo no es más
que un orfanato de ideas
opuestas.
Ayer, cuando comulgaba
con el coma etílico,
el ángel que me vio nacer
agarró una mentira
y la convirtió en verdad.
Sucede –cuando menos te
lo esperas-
que la entelequia es
fortaleza
y la bondad un tránsito
hacia el juego final;
sucede que comemos y no nos
alimentamos,
que bebemos y no nos
saciamos…
Acaso sea porque nos
sabemos mortales
y enormemente estúpidos
de alma.
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