Si tuviera que escoger
entre una barra de hierro
y cuarenta balas de
plata,
me quedaría
con el hecho de saberme
precipicio de madrugada.
Duerme el acróbata…
Yo a veces también
duermo:
levanto los brazos para
alcanzar
la órbita de Morfeo,
y es entonces cuando las visiones
vienen a mí como si
fuesen
rayos ultravioleta
masticados por el malestar
de un tiempo pasado.
Si tuviera que optar
entre una aniquilación
mundial
o un estado de buenos designios,
sin duda escogería verme
danzando
entre lo ecuánime, así como
danzan
los descendientes del
viento
y los sueños reveladores.
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