8 de mayo de 2013

111

No estoy habituado a realizar amagos de bienestar
cuando la crítica me parte las piernas del sentir
o las sombras de mi poema definitivo.
En los sonidos pierdo el gusto por lo antiguo;
Dios es una esperanza y el diablo
somos nosotros mismos.

Pero eso no significa que no haya vida
tras mi tumba quebrada de herir ingenuidades
o vidas ajenas –mi propia existencia-
porque residir en el mundo fue eso:
lágrimas secas y pan ilusorio,
días de somnolencia y ademanes
que nos prometían un poema
mucho mejor.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario