Resintonizo el vaivén
de cien esqueletos caníbales.
Imagino una realidad conjeturada
a base de cadáveres exquisitos;
mastico y babeo libertad
y me encuentro
con la robustez palpable
de lo que no se puede
pronunciar o evitar.
Cuervo a cuervo
me quito las aprensiones
del pecho;
algunas noches me agreden
puños de beligerancia obsesiva,
martirizada e hipnotizada
por el carisma bullanguero
de los cuervos.
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