15 de julio de 2012

LAS NIGROMANCIAS




Voy gritando descaros por las calles enlutadas
y nadie es capaz de avivar mi espíritu caído.
Acaso sea la consternación de esta mano herida
de escribir más de lo debido, o la cuestión
que me estimula todas las noches, todos los sueños,
todos los espejismos anómalos que provienen del éter.

Me regodeo al saber que conservo un ataúd impoluto
y cincuenta azotes de cera con los que lograré extirparle
los ojos indignos al dios acalambrado e inhumano.
Alucino con las explicaciones de los seres aparentes,
de las sirenas envilecidas…

Todavía creo que hay vida tras este nervio impúdico,
aún comento con mi almohadón de ensueños sempiternos
lo mucho que me angustian las púas de las nigromancias.
 

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