Recuerdo el cadáver de un día roto.
Recuerdo el viejo cielo amado por mis
herederos,
por mis articulaciones extinguidas.
Un nuevo combate, finalmente,
el iris salvaje y transitorio,
pacífico,
húmedo en el desierto de las
apariciones.
Añoro la zona de donde provengo:
mar de cinturas, de planetas, de
arena,
todo ternura, sueño, puertas de faldas
rojas.
Recuerdo el tejido dinámico de tus
besuqueos,
de la mariposa añil, de tus pupilas
reconstruidas
gracias a los encogimientos de tierra
y a las avenidas fúnebres.
No tengo corazón, lo perdí a oscuras,
al tiempo que te quitabas tu blusa de
azúcar
y me mostrabas la integridad de tu
existir.
Recuerdo tu inspiración apedreando
puertas
invertidas, tu belleza en brazos de mi
sangre
de crepúsculo devorador de crepúsculos
Me asaltan las tinieblas...
Y recuerdo.
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